jueves, 6 de agosto de 2009

Atilio y Celeste para escuchar


Te contamos un cuento, te contamos Atilio y Celeste. Consideramos que es un cuento que no podés dejar de escuchar.

martes, 28 de julio de 2009

Un perro andaluz y Surrealista


Un Film escrito por Luis Buñuel y Salvador Dalí en 1929, que se instala como el fiel reflejo del Surrealismo. Creemos que es un cortometraje que no podemos dejar de ver.


Una obra totalmente incoherente, sin relaciones de espacio y tiempo, sin una definida línea narrativa, con un amorfo argumento que no hace mas que entregar imágenes y formas sueltas que no se relacionan unas con otras o por momentos si pero siguen sin contar nada en general. Esto es “Un perro andaluz” dirigida por Luis Buñuel y escrita por la conjunción de un sueño suyo con uno de Salvador Dalí.

Este cortometraje de 17 minutos forma parte de un movimiento artístico llamado surrealismo. Esta vanguardia surge en la década del 20 de la mano del poeta André Breton.

Quien intrigado por las teorías de Sigmud Freud y pasando anteriormente por el movimiento Dadaísta, escribe en 1924 el primer manifiesto surrealista.

Surrealismo: "sustantivo, masculino. Automatismo psíquico puro, por cuyo medio se intenta expresar, verbalmente, por escrito o de cualquier otro modo, el funcionamiento real del pensamiento. Es un dictado del pensamiento, sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral." Este párrafo del manifiesto nos resume la búsqueda de la verdad que posee todo artista que pertenece a este movimiento. Intenta dejar de lado todo tipo de razonamiento en función de la obra. Se nutre de lo ilógico, del automatismo de imágenes o palabras, de los sueños.

Por todo lo dicho, tratar de hacer un análisis demasiado lógico de este film sería caer en la estupidez de querer encontrar distintas lecturas en la obra, que quizás ni los propios creadores tuvieron en cuenta a la hora de escribir el guión.

En conclusión esta obra merece ser vista aunque sea con la intención de destruirla, y teniendo en cuenta que la irracionalidad, locura, incoherencia, idiotez o como gusten adjetivarla es parte de su esencia. Si buscan lógica lean Aristóteles.

Un Hombre afila una navaja luego una nube le corta la visión de la luna, y él le corta el ojo a un mujer. Una mano por la cual salen hormigas. Una mujer atropellada en el medio de una calle. Un hombre remolcando pianos, animales muertos y hombres atados. Luego incrustado de pañuelos. Dedos que se transforman en armas. Puertas que abren nuevos escenarios. Cuerpos muertos clavados en la arena. Y una caja de madera que se va mechando durante todo el corto. El sueño de Luis Buñuel, el sueño de Salvador Dalí plasmado en un cortometraje audiovisual.

Nicolás Barbaglia. MIRA EL CORTOMETRAJE AQUI

lunes, 20 de julio de 2009

El perezoso y la elefanta blanca


Una lectura sobre un cuento de Felisberto Hernández, escrito en la década del 50, "La casa inundada" creemos que es un cuento que no se puede dejar de leer.


Ya desde las primeras palabras el narrador-autor nos señala el ingreso a un mundo de predominio subjetivo: “De esos días siempre recuerdo…”. A la disposición de los recuerdos debe sumársele el escenario de agua, una casa que su dueña - la señora Margarita- mando a inundar. Casa donde el narrador se dispone a escuchar la historia que ésta tiene para contarle.

El cuerpo de Margarita, grueso, inmenso y desbordante fluye en el agua como una metáfora del relato, donde las cosas y demás seres vivos -“… la otredad vertiginosa…” como escribió Cortázar en su prólogo a La casa inundada- son sujetos de experiencias susceptibles, y donde cada uno – los personajes, las cosas, las plantas, etc.- tiene algo que decir. Como señala el narrador “… las cosas se miraban entre ellas como para rechazarme”.

Dicotomía extraña, del cuerpo de Margarita se desprenden dos señoras tan reales como las preferencias del narrador: “... y si ahora dejo libre mi memoria se me va con esta primera señora Margarita; porque la segunda, la verdadera,… tuvo una manera extraña de ser inaccesible.” Él prefiere a la primera señora porque es a la que tiene acceso; y este acceso es posible porque esta señora es producto de una serie de “sospechas” que él carga sobre un cuerpo del que solo conoce su parte material. La otra señora “… la verdadera…” la que “… estaba llena de una sublimidad extraña” es una mujer excéntrica que ha encontrado en el agua un lugar donde contemplar y cultivar sus pensamientos y recuerdos.

A su vez la señora Margarita ha hecho su propia construcción mental del protagonista de acuerdo a los cuentos que ha leído de éste, “Usted no es como yo lo imaginaba… siempre me pasa eso. Me costará mucho acomodar sus cuentos a su cara.” El narrador es un escritor de perfil abúlico, un perezoso, un “sonámbulo de confianza”, que se siente profundamente atraído por Margarita. Atracción que rodea como una sombra el marido muerto de la señora, y que a su vez jamás logra concretarse. Deseo que el narrador inequívocamente siente por “su” señora Margarita; la otra, la inaccesible, el narrador sabe que jamás la encontrara “plenamente”.

Atmósfera de ensueño, el recorrido del narrador por cada momento en el que ha estado en la casa es una confusa disposición de pensamientos y recuerdos; detrás de cada cosa parece esconderse la revelación de un misterio que nunca logra articularse. Las budineras con velas encendidas, ceremonias rituales que la señora brinda al agua -su “velorio” como cree su sirvienta-, es un ejemplo de los límites donde lo real y lo imaginario se entremezclan, mientras el narrador jamás se extraña ante situaciones que injustamente podríamos llamar absurdas.

Considerado por Cortázar en un su prólogo como “un increíble enriquecimiento de la realidad total” este cuento de Felisberto Hernández nos abre las puertas a aquel mundo desconocido que negamos día a día y que esta ahí al alcance de nuestras manos.

Guido Kalle Angelillo. LEE EL CUENTO AQUI

sábado, 6 de junio de 2009

Atilio y Celeste



Celeste escuchó silbar la pava e hizo un intento inútil por levantarse de la silla de hierro oxidada por los años. Logró pararse en eternos segundos apoyándose en la mesa de concreto pintada de telarañas y colores desteñidos; sin mirar a Atilio, que inventaba una siesta, caminó sobre los pasos que el tiempo había dibujado sobre las baldosas del triste patio.
Atilio la miró desde su sueño mentiroso y la dejó escapar por ese tiempo que era sólo de ellos.
La espalda de Celeste miró a Atilio tocar el bandoneón y su cuerpo sintió la melodía que jamás fue suya, pero tampoco para nadie más que ella.
Ella llegó a la puerta cuando la pava se cansó de cantar, él sonreía resignado por unos mates lavados, ella detrás de la puerta tarareaba la melodía que él no le tocaba pensando que no quería oírla.
Atilio finalizó el concierto cuando Celeste comenzó la ronda de mates que compartían en su soledad, en el desprecio de su amor.
Atilio, entre mate y mate, fingió dormir, simplemente por costumbre, porque así eran sus días: migajas de los años, partituras incompletas, efímeros deseos, ásperas caricias, paisajes repetidos.
Celeste tenía el mate entre las manos, era su turno, le tocaba pensar: " la radio dijo que va a llover y yo no destendí la ropa; Atilio me podría ayudar a veces, ya hace años que cerró el negocio y lo único que hace es tocar su bandoneón, yo entiendo que eso no es trabajo, pero bueno, al fin de cuentas yo bailaba bien también; la tía Amalia siempre me dijo que tenía piernas de bailarina, mamá mucho no la quería a la tía, decía que era una reventada, para mí que lo decía de resentida nomás, porque papá la miraba a la tía cuando cruzaba las piernas y yo los escuchaba discutir a la noche. Me acuerdo que Marita lloraba y yo la tenía que consolar, ella era muy chica, no entendía muy bien que pasaba; y eso que mamá no sabía que a la tarde, cuando se iba al mercado, la tía nos enseñaba pasos de tango y nos pintaba un poquito, para divertirnos nomás, pobre mamá si me escuchara, era tan buena..."
Un ronquido dispersó a Celeste, Atilio se había quedado dormido sobre su reposera como todas las tardes. Ella lo miró queriendo saber qué soñaba: Atilio se encuentra frente a dos puertas; una tiene grabada la palabra música, la otra dice negocio familiar. Él no conoce el mecanismo del sueño, pero sabe que tiene que abrir una de las dos. Sin dudar elige la música. Entra. Sobre el escenario lo espera un bandoneón. Apoya el vaso sobre la barra, recorre el bar con la mirada, y aunque esta solo, camina hacia la tarima para comenzar su concierto. Hipnotizado por la soledad de su melodía, no ha descubierto que más allá del escenario aguardan tres nuevas puertas. A cada una corresponde una mujer. Sentadas, observándolo impacientes, esperan su elección. Él las conoce, y aunque no podría explicar porque se ha parado y ha caminado hacia ellas, toma de la mano a Celeste y deja a Dora y a Elsa atrás.
En un segundo Atilio cruza la puerta con Celeste de su mano, y el secreto mecanismo del sueño carga sobre su espalda tres años de vida juntos, y los instala en un nuevo escenario.
En una estación desierta se sientan al borde de las vías a esperar su tren. Atilio siente que sus zapatos se empastan en la arenilla que bordea los rieles, sus pies se deshacen y un caudal de transpiración trepa por sus piernas. El calor era insoportable quería soltarle la mano a Celeste, estaban sudados, pero ella parecía no sentirlo y lo apretaba aún mas. Quiere sacarse el pantalón, arrancarse la piel y correr desnudo para que lo golpee el viento; pero no puede, ella esta ahí, ella siempre esta ahí tomándole la mano.
Celeste escucha el tren y levanta a Atilio que esta inmerso en el goteo de su cuerpo. El no ve llegar el tren, solo escucha la melodía que se aproxima desde el fondo de un vagón. Quiere soltarle la mano a Celeste, no puede, es ella quien se la suelta.
Atilio comienza a reconocerse dentro del vagón, su bandoneón acompaña dos crudas guitarras, una voz poco entonada se desgarra en el dolor de un tango y no más de veinte personas aplauden. Atilio mira a Atilio irse en ese tren al que nunca se animó a subir, y vuelve a tomarle la mano, no pudo dejarla.

Celeste zamarrea a Atilio y le ofrece un mate, él vuelve de un sueño que parece lejano pero que aún tiene presente.
-Esta frío -dijo acomodándose en la silla.
-Lo caliento –dijo Celeste y tomo la pava.
-Va a llover.
-Y si –dijo Celeste- siempre que lavo llueve.
-Yo junto la ropa.
-Dejame a mi; tocá el bandoneón.

Guido Kalle Angelillo y Nicolás Barbaglia.

miércoles, 27 de mayo de 2009

Una lección feminista de tango


Una lectura sobre "La lección de tango", un film realizado en 1997 por la directora, actriz y compositora Sally Potter. Una película que consideramos que no se puede dejar de ver.

La palabra más adecuada que encontré para empezar a hablar de “La lección de tango” es sinceridad. Aunque las primeras imágenes sean solo el reflejo de lo que no va a suceder, me parece oportuno y franco comenzar mostrando el nacimiento de un cambio, tanto del personaje como de la directora que en este caso son la misma persona.

Sally Potter, la directora y protagonista, que se representa así misma, crea, en los dos minutos iniciales, un montaje paralelo donde pone en juego las cartas que se van a ver durante la hora y media de película. En blanco y negro muestra su soledad, su miedo a la hoja en blanco, su pasión, su metodicidad, su orden y su inseguridad a la hora de escribir un guión. Las imágenes en color presentan la temática que va a terminar por darle forma a su real guión que es la vanidad y el egocentrismo, “la belleza, el glamour de la muerte”, aunque estos sean solo un disparador para la verdadera historia.

Pongamos las cosas más en claro. En este film Sally documenta un momento de su vida mediante una ficción en la que los actores, incluso ella, actúan de si mismos. Resulta ambiguo ya que habría que ser su amigo para saber si en verdad esta historia la tubo como protagonista a ella y a Pablo Verón su profesor de tango con el cual comienza una historia de amor. Habría que investigar para saber si Paris y Buenos aires fueron las ciudades cómplices de este amor. Habría que matar la magia que genera el enigma, para saber si las pasiones, el erotismo que forja el tango y el constante narcisismo realmente existieron. ¿Realmente importa saber la verdad?

El proceso por el que transita la inserta en un cambio, que por momentos busca, pero también se dan por la voluntad de su destino, por curiosidad, por azar.
Sally estructura su ficción o documental, quedara en la elección de cada espectador, en doce lecciones que se presentan cronológicamente como un progreso, que no solo tiene que ver con el tango si no con experiencias, que los va llevando tanto a ella como a Pablo a conocer un nuevo mundo que hasta ese entonces era ajeno.

Ella idealiza el tango en él, él ve en ella la oportunidad de ser una estrella de cine.
Pablo le enseña a bailar tango, a ella le cuesta dejarse llevar. Ella le enseña de cine, Pablo no quiere ceder. El piensa que Sally lo usa para cumplir su fantasía de bailar. Ella cree que Pablo la complace para que lo incluya en una de sus películas.
Ellos se quieren por sus propios intereses, no solo por lo que el otro es, también por lo que pueden llegar a ser y hacer con y por el otro.

Este Film pone al desnudo la lucha interna de dos artistas que fuera de sus burbujas de aplausos y mundos imaginarios, se encuentran vulnerables e inseguros.

Nicolás Barbaglia

Esa Mujer o la pastora de porcelana


Una mirada sobre un cuento de Rodolfo Walsh, "Esa mujer". Publicado en la década del 60 en el libro "Los oficios terrestres" lo consideramos un cuento que no se puede dejar de leer.

Podemos decir que el texto de Walsh Esa mujer gravita sobre las ausencias: de un nombre –aunque son varios-, de un lugar, de un cuerpo, etc. Sobre estos vacíos se teje una serie de silencios y eufemismos, los cuales enredados a la atmósfera lúgubre y el hecho histórico al que se refiere, dan como resultado un texto sobrio, condensado, plagado por momentos de una violencia latente. En definitiva: un cuento excelente.

Esa mujer es Eva Perón, cuyo cuerpo ha sido hurtado a los suyos y descansa -¿descansa?- en un lugar “donde todo se pudre”. Esa mujer es el relato de una investigación, entre un coronel de la Revolución Libertadora y un periodista-investigador, un clásico papel walshiano, a modo de conversación, sobre el lugar donde se ha depositado el cuerpo de la abanderada de los humildes, del personaje peronista mas odiado por sus detractores.

“La enterré parada, como Facundo, porque era un macho” grita el coronel en un ataque de furia intempestiva; si la mujer genéricamente es la que acata, la que sirve, la que avisa –acciones que realiza la mujer del coronel durante la entrevista-, Eva que es “esa mujer” a la que él declara suya, la que despierta esa extraña desesperación posesiva, no puede ser concebida en su imaginario como icono de su género: Eva es un macho.

Signos invertidos. El coronel fascinado por el cuerpo de esa mujer –reina, virgen, diosa así se refiere a ella- sostiene y afirma lo que en realidad pretende borrar: el mito de Eva. ¿Qué inexplicables mecanismos lo dominan? Eva muerta es tan temible para el régimen anti-peronista como Eva viva; aniquilar el cuerpo muerto (acción paradójica si las hay) constituyen una verdadera afirmación sobre la vitalidad que irradia él mismo –recordemos que el doctor Ara embalsamó a Eva quitando los signos de la muerte- como la promesa de que Eva resucite. Lo que asusta, fascina, mistifica es lo que hay de vida en Eva muerta; como dice el coronel: “Parecía que iba a hablar, que iba a...”.

En tanto, el narrador no duda, Eva es “…una muerta, un lugar en el mapa”. Esa mujer no puede volver a la vida, “el misterio de su muerte” es el motivo que lo conduce a esta investigación. Y sobre todo la posibilidad latente del retorno del cuerpo de Eva como una bandera; si vuelve –aunque sea sólo su cuerpo- se encenderá una llama, la posibilidad política de un retorno: “Si la encuentro, frescas altas olas de cólera, miedo y frustrado amor se alzarán, poderosas vengativas olas,…”.

El cuento acaba con un imperativo colérico del coronel, "Esa mujer es mía”. Inequívoca forma de posesión sobre la mujer que produjo un inacabable abanico de sentimientos en el pueblo argentino. Evita vive, titula Néstor Perlongher, un cuento maldito que se suma a la inagotable serie de relatos sobre Eva Perón. Relatos que proliferan las posibles interpretaciones de este ícono controversial de la historia argentina. Esa mujer, que vive instalada entre unos y otros, fiel a su promesa ha vuelto y es millones… de relatos.

Guido Kalle Angelillo